Del viaje a...
Como no pude ir a la nieve, me fui a atravesar dos horas de desierto (que más bien parecía sabana) hasta llegar a éste maravilloso lugar.
Llegando por Rioacha, el Cabo de la Vela es el hogar del Dios mitológico de los Wayúu, Mareywa y no lo dudo, pues a decir de una de mis compañeras de expedición, parecieras estar en la costa del edén.
El tour de dos días y una noche con alimentos incluidos y hamaca para dormir, no advertía lo fría de la noche y nosotras pasamos por alto que como buen desierto, son heladas. A pesar de eso, dormimos bien, aunque pasamos por alto salir por una estrella de esas que casi se podían tocar a la orilla del mar. Esas me quedan a mi, pues mi cámara es bien pinche y no aguanta el aura maravillosa de la media noche.
Dos islandeses, dos francesas y nuestros compañeros de burbuja (campero o van) tres señoras y un señor del país. Don Alex, el chofer nos atendió muy bien y la comida fue de lo mejor: pescado frito y friche, que es la comida típica... carne de chivo salada y frita.
La caminata de los dos días fue muy cansada, pero cuando llegábamos a la cumbre de las colinas y mirábamos al rededor, nada importaba. Ver caer la tarde y empezar a ver las estrellas casi descender, para dar paso a la fría noche que nos esperaba en las hamacas a la intemperie, coronaba lo mágico de aquel lugar.
Y como para recordar todo lo que la naturaleza nos da,
me quedo con la frase del lugar...
"Un cielo de oportunidades"