Lo más importante es disfrutar la vida mientras podamos, porque andamos por ahí una sola vez y cuando se acabó, se acabó. W.A.

miércoles, 21 de julio de 2010

Pepe, mil grillos después.










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viernes, 2 de julio de 2010

¿Y d'ai, quieres pozol y con turrón de coco?



Con el calor del mediodía y sudor corriendo por su frente, Doña Chita discute desde la cocina mientras va poniendo a trabajar el molino. Tiene el maíz cocido en agua con cal, perfectamente lavado y pelado, los granos de cacao han sido secados al sol, tostados en horno de barro y pelados también.

En Tabasco, como en la mayoría de las entidades sureñas de México, se guardan tradiciones que datan de épocas prehispánicas y la gastronomía va de la mano con ellas, haciendo alegoría de sabores exóticos y exquisiteses digna de los primeros dioses de estas tierras.

Aquí la Primavera se viste de colores y en Invierno, nos vestimos con chamarras desde que la temperatura llega a los 24 grados, el verano nos guarda en casa por las tardes de lluvia y el otoño nos corre de ellas porque nos inundamos; nuestras primeras lágrimas no son reales, son sudor cayendo de la frente, introduciéndose a los ojos y resbalando con prontitud.

Se preguntará usted querido lector, ¿cómo hacen para soportar las altas temperaturas de 42 grados a la sombra que mencionan con López-Dóriga? Mis estimados, con un merecido vaso de Pozol justo cuando el sol calienta en el centro de la mollera.

El Pozol, menos conocido que el Pejelagarto, es la bebida por excelencia del pueblo mestizo y dicen, dicen, que quien toma Pozol, siempre regresará a Tabasco.

Chita va pasando poco a poco los granos de cacao por el molino, no dejando de lado el maíz, piensa un poco si coloca o no unas rajitas de canela y cuando está listo, lo amasa hasta que queda una pelota compacta.

Hay diversas formas de preparar esa pelota de masa color gris como el cemento, desde colocar una porción con agua y mezclar (preferentemente con las manos), hasta con leche y sabores diversos. Hay quienes dejan fermentar unos días la masa de pozol, quesque es medicinal, y otros tantos que trituran en el fondo del vaso unos cuantos chiles amashitos* para después servir y beber el pozol frío, como debe ser para apaciguar el calor de las 12 y aquietar el estómago mientras se termina la jornada de trabajo.

El sabor es indescriptible, pero supongo que si lo describo como: si mezclaras una tortilla con agua y la pasaras por la garganta, sería lo más cercano, aunque recuerden que estamos dejando de fuera el toque celestial, los granos de cacao.

El pozol se toma simple, dulce, fresco, agrio (si se deja fermentar), con leche, con chile, para el calor, para el hambre, se toma en la soledad de toda ama de casa por las mañanas y con las visitas agotadas por el calor sureño.

Cuando venga a Tabasco, no pida pozol a la hora del almuerzo, pues terminará sólo una de las dos cosas, la bebida o la comida. Le aseguró que si se le olvida, no necesitará buscarlo, se lo ofrecerán. Pero, como dice el señor de los quesos: No es lo mismo que te lo cuentes, a que tú lo sepas. Así que ya sabe, si viene, tome pozol como sea que se lo den.

Cansada de la labor y con su delantal bañado en sudor, Doña Chita licúa con varios cubos de hielo su pozol, pues ya no precisa de sus manos cansada, hay motor. Sirve la espumosa bebida en un vaso alto y gordo, se sienta, suspira y le grita a su hijo, harta de la discusión: ¿Y d'ai, quieres pozol y con turrón de coco?**


*Chile verde del tamaño de una perla
**Como quien dice: Te doy la mano y me agarras el pie
Foto: Americarocio en Flickr