-¿Qué pusiste en el cuarto?
-Nada, ¿Por qué?
-Huele a algo. ¿Te pusiste algo?
-No, nada.
Con un poco de vergüenza, callé. Sabía perfectamente que el olor que inundaba el cuarto era el mismo que yo traía sobre mi cuerpo. Después de tomar un baño con mi nuevo champú de miel y germen de trigo y un jabón que olía nada más y nada menos que a jugo de uva, mi cuerpo despedía un olor a desayuno saludable y pensé:
¿A quién diablos se le ocurre ponerle tantas pendejadas a los champuses?
Pero más aún: ¿A quién se le ocurre comprarlos?
Siguiendo los consejos de belleza de las abuelitas y madres que nos untaban en la cabeza infinidad de hierbas, cosas apestosas y hasta viscosas, ¿qué de malo puede tener el hecho de buscar un champú de esos de última generación que además de ser elaborados con agua de manantial, agregan pétalos de rosas? El olor. Sí Señor, ahí va uno por el mundo oliendo a florería o desayuno dietético y si no puedes usar perfumitos para disfrazar el aroma de tu reciente baño porque eres alérgica a infinidad de cosas en éste mundo, pues ya te jodiste.
Los hombres tal vez no sufrieron de esas tardes lluviosas donde las madres no tenían más que hacer y se apoderaban de nuestras cabezas para experimentar menjurjes de sábila, aguacate, huevo y otras extrañezas que en lugar de mascarillas para el cabello, parecían vomitivos. Encima de colocar aquellos ingredientes naturales, dependiendo de lo que colocaran, debíamos mantenernos con aquellas cosas olorosas durante 20min para después tomar un baño con agua tibia.
Si bien hoy día no es necesario lavar, cortar, licuar y untar, recuerdo perfectamente que una vez después de retirada la mascarilla, el olor desaparecía. Muy bonitos pueden estar lo envases de champú y pueden seguir sacándolos adicionados con sábila, aguacate, cocoa, manzanilla, almendras, romero, avena, miel, germen de trigo y lo último, jalea real (por cierto, qué bonito deja el cabello), pero creo que nada se compara en resultados a las recetas de abuelita. Además el perfume que le colocan a los dichosos champuses esos, es más poderoso que toda el agua que puedas usar para limpiar tu cabello.
Sí, a mi se me ha ocurrido comprar champú de germen de trigo, pero me gustó más el de romero. La verdad, no regresaría a colocarme sábila gelatinosa y apestosa por mucho que el olor se vaya con el baño, aunque tampoco quiero oler a desayuno antes de tomar siquiera un vasito de avena por las mañanas.